FUTURO AZUL
Pocos equipos tienen una historia reciente tan traumática como la del Emelec. En los once años que median entre el glorioso bicampeonato de 2001 y 2002 y la consecución de la estrella número once el pasado domingo, los azules deambularon por Ecuador sin conseguir imponer el peso histórico de un palmarés envidiable.
Especialmente duras fueron las tres últimas temporadas, en las que los eléctricos terminaron segundos, a pesar de imponerse en dos etapas (en 2010 incluso dominaron la tabla acumulada, para acabar perdiendo la final).
Hasta 18 técnicos se sentaron en su banquillo en el largo período de sequía. Unos estuvieron más acertados que otros, pero ninguno consiguió romper la barrera que separaba al Emelec del retorno a la gloria. Esa historia cruel dio un giro radical en julio de 2012, cuando el equipo azul fichó al técnico Gustavo Quinteros (Santa Fe, Argentina; 1965).
Dos renuncias confluyeron para hacer viable el aterrizaje del argentino-boliviano en el Bombillo. Una, la de Marcelo Fleitas al banquillo del Capwell; la otra, la del propio Quinteros, que poco antes de llegar a Guayaquil había dimitido como seleccionador de Bolivia.
"Tenemos un año y medio para lograr el campeonato. Nuestro trabajo es encontrar rápidamente un funcionamiento muy regular", dijo al llegar.
Quinteros, ganador de siete torneos con los clubes de Bolivia a los que dirigió (Blooming, Bolívar y Oriente Petrolero), había dejado una pista de su idea futbolística a su paso por la selección. "Queremos parecernos a la Alemania del Mundial de 2010", advirtió.
Pero a la larga cumplió con la regularidad prometida y, salvando las distancias con la selección de Joachim Löw, construyó un equipo que presiona arriba, manda en el juego y ejecuta ataques vertiginosos. Hubo quien llegó a decir que los azules estaban para jugar en la Premier inglesa.
Con esos mimbres, Quinteros sacó lo mejor de futbolistas como Achilier, Valencia, Mondaini o Gaibor. No son pocos los que bajo sus órdenes han conseguido abrirse un hueco en la selección ecuatoriana, al tiempo que afirmaban la jerarquía de su club en el campeonato nacional.
Siempre ofensivo, supo dirigir al grupo hacia rachas triunfales y sacarlo del pozo cuando vinieron los bajones. Apenas cedió espacio a sus rivales por la corona y terminó por cumplir el objetivo de ajustarla a su cabeza.
El título no es el final del camino. El Emelec renovó al hombre que cambió su historia y espera que el nuevo capítulo.
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